Si hay algo que no me banco, es que los hombres sean pajeros abiertamente y las mujeres a escondidas. Y cuando digo abiertamente, me refiero concretamente a lugares insospechados. Como lo que me pasó en un viaje romántico.
Hace casi 12 años, en los albores de mi juventud, decidimos irnos con mi novio de entonces a las Cataratas del Iguazú. En medio de grandes dudas, sacamos pasajes por Austral porque nos pareció más seguro que Aerolíneas y nos encaminamos con gran emoción a Aeroparque. No despaché nada porque mi equipaje era una mochila Jansport (en esa época me sentía más libre y más hippie si llevaba todo aplastado en una mochila. Si lo pienso de nuevo, ahora también). Buscamos nuestros asientos, y como estaba previsto nos tocó uno ventanilla y el otro al medio. Yo me senté en el medio y me agarró como una sensación de adultez cuando abrí una revista del freeshop y empecé a hojearla, mientras mi novio miraba concentrado por la ventana quién sabe qué, porque estábamos completamente inmóviles todavía.
Como no soy una chica tranquila, y mi novio no era de esos que te alegran el día, en seguida me aburrí y empecé revisar todo lo que tenía en el bolsillo del asiento de adelante: auriculares, soquetes (para ir a las Cataratas?), varios folletos, y una bolsita misteriosa de papel. La saqué y, de puro curiosa nomás, metí la manito adentro. Sentí una sustancia calentita y pegajosa, y con un grito saqué la mano pensando que era vómito. Pero, con negras sospechas, me la olí y (no quiero especificar lo que era en realidad).
Malditos onanistas. Me arruinaron el viaje.
Hace 5 años
1 comentario:
que cochinada espantosa!!!!!!! no lo puedo creer .E
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