jueves, 28 de junio de 2012

Sean originales

Los hombres nunca van a entender que el concepto de romanticismo no equivale a una cena con velas. Que las cenas con velas son para las chicas cachudas y predecibles.
Y que al resto de nosotras, que somos muchas, nos dan horror y un poquito de vergüenza ajena.

miércoles, 13 de junio de 2012

Chicas normales

Cuando éramos chicas, a mi hermana y a mí mamá no nos dejaba ver televisión. O nos dejaba ver UNA hora por día, previa selección de los programas que podíamos elegir: nunca Señorita Maestra, o Clave de Sol, o El Show de Benny Hill. Ni ningún otro que pudiera ejercer malas influencias en nuestro intachable comportamiento. Esos los teníamos que mirar a escondidas, haciendo un zapping veloz y con el corazón saliéndose del pecho por la emoción de lo prohibido; saltábamos del piso a la televisión cuando mamá se alejaba (no teníamos control remoto en esos años) y los intercalábamos unos segundos con Heidi o Rainbow Brite. Pobre mamá, seguramente pensaba que de esa manera nos protegía de las corrupciones del mundo exterior. Nos mandó a un colegio de monjas de medio turno y nos hacía pasar las tardes libradas a nuestra propia imaginación, intercalando clases de inglés o de gimnasia deportiva, algunas muñecas y muchos libros.
Crecí como una lectora voraz: consumí literatura rusa, Patoruzito, Agatha Christie, DH Lawrence y Corín Tellado. Todo lo que pasaba por mis manos era devorado y absorbido en pocas horas, con las previsibles consecuencias para mi joven cabeza. A los 15 años me sentía una mezcla de Huckleberry Finn y una meretriz asiática, según el momento. Mis relaciones se caracterizaron por la imaginación desbordada, el sexo precoz, las infidelidades y el drama novelesco.
Nunca pude ser normal, aspiración máxima de mamá, que creyó que con una hora de televisión por día nos había salvado.

jueves, 12 de abril de 2012

Sexo vs. Mucama

La gente deja de coger cuando toma mucama con cama adentro. Chica con cama, dicen, ufanas y orondas. Que les organiza todo, que les soluciona la vida. Es un camino de ida, me dicen algunas. Sí, el camino de no garchar nunca más, pienso y no les digo. Porque yo escucho que les hace la comida, que les pone la mesa siempre a la misma hora, que cuando llega el marido tienen tiempo para ver tele juntos hasta que la comida está lista, que pueden comer en paz y tomarse todo el tiempo del mundo porque ellas se ocupan de los chicos (si por ventura alguno se despierta y tiene el pésimo gusto de reclamar a uno de sus padres). Y después les levanta la mesa, les trae el postre, el cafecito, lava los platos...
Qué tipo de intimidad se puede esperar con ese estorbo constante dando vueltas por la casa? El sexo queda siempre para después de las 11 pm, cuando uno (o ambos) está tan roto que ya no puede ni sostener el control remoto. Y uno (o ninguno) intenta desesperadamente despertar a ese muertito que ya no quiere saber nada de nada, y que en muchos casos ya comió al mediodía, un horario mucho más lógico si vamos a ser realistas cuando se trata de hacer el amor.
Porque el sexo hay que mecharlo donde se puede; cuando se enciende la pasión y los chicos se durmieron por 20 minutos todos a la vez (cosa que no sucede seguido) no se puede perder un instante. Hay que brincar a la cama y sacarse la ropa a tirones, con empujones apurados. No hay tiempo ni espacio para la mucama ni la comida ni los horarios ni la rutina.
Que después no me digan que es la que mata la pasión.

martes, 20 de marzo de 2012

Ritmos cotidianos

La vida se compone de pausas y de acciones. Se encadenan entre sí, luchan, se confunden, se funden.
Pausas y quietud, esperando la acción y el movimiento. Como la danza. Como la música.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Marquemos la diferencia

Mi hija de 9 meses le tira de los aritos a María, la hija de mi amiga R. Es que mi hija no tiene aritos. Y creo que le gustan y yo no le puse. No es que no me gusten (bah, no me gustan). Pero en realidad lo que no soporto es la idea de pincharle las orejas a una beba para "diferenciarla" de los varoncitos. Como si ser varón fuera algo tan escandaloso.
O es al revés? Hay que diferenciarlas porque las terribles son ellas? Como sugiere mi amiga L, por qué no les pintamos la boca con rouge a las bebitas, así nadie se confunde por la calle? Francamente, me parece una buena idea: es mucho menos invasivo que el tema de los aritos y contribuye al mismo fin. Diferenciarlas.
Porque no basta con vestirlas de rosa, llenarles la cuna de muñecas, el cuello de volados y la cabeza de brochecitos y colitas. No, señor. Hay que agujerearlas, marcarlas de por vida. Como dice con notable lucidez J, el amigo de mi marido: Así ya les quedan, viste?
Y qué tal si a mi hija le gusta el piercing en el ombligo cuando crezca? Se lo debería hacer ahora, así ya le queda? Y un tatuaje en el antebrazo? Así ya le queda y no se tiene que tomar la molestia de ir a la Bond Street cuando crezca!

martes, 13 de marzo de 2012

Mi barquito sigue anclado

Dentro de veinte años estarás más arrepentido de las cosas que no hiciste que de las que hiciste. [...] Así que aléjate del puerto seguro. Explora. Sueña. Descubre.
Semejante afirmación de Mark Twain no pudo menos que hacerme reflexionar. Y confieso que me hizo sentir remotamente culpable.
Exploro? No mucho. Sueño? Sí. Descubro? Dudosamente.
Sospecho que pasé muchos años de mi vida explorando y descubriendo, escapando a esa sensación de puerto seguro. Pero eran exploraciones sin objetivo, desarticuladas, sin alma. Y siempre volvía a un puerto seguro.
Debo admitir que lo que más temo aún explorar es lo que sé que me va a obligar a soltar amarras de verdad. Y tengo miedo de ahogarme.