lunes, 30 de agosto de 2010

La brecha generacional

I´m old. No hay más discusión posible al respecto.

Ayer entré a una librería, y el jovencito que me atendió me preguntó qué significaba el tatuaje que tengo en el cuello, abajo de la oreja.
Le conté que era el símbolo del primer disco de Faith No More.
No me entendió, no conocía Faith No More.
Igual me contestó, Qué flashero.
No le entendí, no sé qué significa flashero.
Nos sonreímos amablemente y me fui, llena de incógnitas y preguntas.

Si me caso no miento

Me cansé de las convenciones. Pero me cansé en serio. La gente se empeña en arruinar todo lo que debería ser espontáneo y original, y sigue un manual de procedimientos para cada ocasión. No sólo eso, sino que se esfuerza en no saltearse ningún capítulo.
Por ejemplo, los casamientos. De qué se tratan realmente?
Me ponen de malhumor los brindis. Especialmente si son con foto, todos los borrachos exponiendo la copita amarilla como un trofeo.
Peor me ponen las tortas de boda. Me asquean a niveles inimaginables.
La liga, el cotillón, el ritual del ramo y el vals ni siquiera merecen ser mencionados.
El avioncito a los novios me despierta un conocido impulso de asesinato colectivo.
La despedida de soltero me parece caníbal y demodé, y la noche de bodas un cache total (sobre todo teniendo en cuenta que no hay más señoritas que se casan en estado virginal y que esperan con ansiedad y miedo la noche en que mancharán las sábanas de rojo).
Sin embargo, hay algunos clichés que me despiertan un cierto fetiche, y tengo que confesarlos para no faltar a la verdad.
Me encanta el anillo de oro.
Me encanta el vestido rojo que me puse.
Me encanta el novio.
Me encanta que vengan todos mis amigos y que todo gire alrededor nuestro.
Me encanta emborracharme y comer como una cerdita.
Me encanta el amor!
Listo, lo dije.

jueves, 19 de agosto de 2010

Ahora sí, quiero!

Casarse de nuevo no es lo mismo.
Nadie te hace regalo.
Nadie te hace despedida (gracias a Dios).
Nadie te pregunta quién te hace el vestido.
Nadie espera que estés espectacularmente vestida, ni maquillada y peinada por celebrities de la móde.
Nadie espera que gastes una fortuna en agasajar a gente que odiás.
Nadie se molesta en suspender un viaje a Bariloche para asistir a tu casamiento.
La mitad de tus conocidos no va porque acaban de tener un hijo, o porque acaban de separarse, o porque no quieren ver a alguien que ya conocen de tu primer casamiento.

Y la verdad?
Es todo mucho mejor.
Qué libre me siento de contraer nupcias nuevamente y que a nadie le importe nada!

viernes, 6 de agosto de 2010

Haciendo memoria

Cuando era chica odiaba tener mucho pelo. Envidiaba el pelo finito de mi hermana, y que era lacio, y que era poco y domesticable.
También odiaba tener los labios gruesos. Carnosos. Me daban verguenza, incluso hoy la palabra carnoso me revuelve un poco el estómago. Quería tener los labios finitos y discretos de mis amigas consideradas las más lindas.
Cuando crecí un poco odiaba también mis tetas. Eran grandes para mi edad y me moría de verguenza de que me miraran por la calle; quería matar a todos los que me hacían un piropo subido de tono.
Ahora todo eso cotiza. Se disparó su valor en las bolsas. Mi pelo pasó de Mafalda a sauvage, mi boca de gruesa a deseable, mis tetas ni hablar. Y eso que ahora se achicaron un poco de nuevo.
Lo que yo me pregunto es: todo lo que me molesta ahora de mí se pondrá de moda en unos años? Porque es agotador esto de ir por la vida intentando mejorar todo el tiempo, para enterarte unos años más tarde de que todo el esfuerzo era en vano y que lo que cotizaba era la materia prima al natural.