viernes, 12 de noviembre de 2010

La idea de las cosas

Hay personas que se enamoran de la idea de las cosas. O de la idea que tienen sobre las personas. La relación con la realidad que estas ideas puedan tener parece totalmente irrelevante para esa gente.
Por ejemplo, para N, yo soy una persona llena de luz y de música. Se aferra a esa idea y es lo que sostiene su relación conmigo, sus ganas de estar cerca mío. No hay quién le saque esa idea de la cabeza, aunque la mayoría del tiempo soy una persona oscura y sin un si bemol en mis días.
Para mi hermana, por otro lado, la gente de tal y tal colegio es toda idiota, y la gente de tal y tal otro es toda genial. No hay quién la haga cambiar de idea , no hay excepción que pueda torcerle la firmeza de su postura.
Yo, en cambio, siempre me enamoré de la idea de las cosas: me enamoré del surf porque los surfistas me parecían lo más poético del mundo, me enamoré de la profesión de actriz porque me gustaba Valeria Bertuccelli, me enamoré de la gimnasia deportiva porque me gustaba Nadia Comaneci, me enamoré de la idea de una familia porque pensaba que me gustaba la mía y que tenía que tener una parecida.
Llevadas a la práctica la mayoría de ellas, se desmoronaron una a una. Con el surf no lograba filtrar las espumas y pasaba más tiempo ahogándome que surfeando, en las clases de teatro me dormía tirada en el piso esperando mi turno para decir dos palabras entre 25 alumnos, la familia que quise formar se vino abajo por su propio peso y no hubo idea que la sustentara.
Aprender a leer y escribir las ideas propias de las cosas es volver siempre a primer grado.