miércoles, 27 de julio de 2016

Abismo

Viví mil vidas a mis 39 años. Me expulsaron de dos colegios, me casé dos veces y me divorcié una; parí tres hijos, tuve amantes, fui infiel y me fueron infiel. Toqué la guitarra y canté frente a un pequeño público entre el que se contaban dos de mis mejores amigas.
Sufrí por amor, amé con locura y fui muy amada. Mantuve siempre cerca a mis amigas, que fueron testigo de mis lágrimas, de mis risas descontroladas, de mis luces y oscuridades. Son siempre las mismas.
Bailé tango y salsa, me deslicé de noche por las barandas de la ciudad en rollers. Hice todos los deportes y vibré con todas las músicas. Tuve un amor chileno en Grecia y uno italiano en Praga.
Me recibí de dos carreras, trabajé de repartidora de pizza y de asesora financiera, de diseñadora y de profesora de italiano.
Hoy mis hijos crecen y no reclaman mi presencia continua. La vida se abre como un abismo a mis pies; puedo saltar de nuevo, o puedo quedarme inmóvil, acompañando la música dulce que suena. Sin prisas.

jueves, 28 de junio de 2012

Sean originales

Los hombres nunca van a entender que el concepto de romanticismo no equivale a una cena con velas. Que las cenas con velas son para las chicas cachudas y predecibles.
Y que al resto de nosotras, que somos muchas, nos dan horror y un poquito de vergüenza ajena.

miércoles, 13 de junio de 2012

Chicas normales

Cuando éramos chicas, a mi hermana y a mí mamá no nos dejaba ver televisión. O nos dejaba ver UNA hora por día, previa selección de los programas que podíamos elegir: nunca Señorita Maestra, o Clave de Sol, o El Show de Benny Hill. Ni ningún otro que pudiera ejercer malas influencias en nuestro intachable comportamiento. Esos los teníamos que mirar a escondidas, haciendo un zapping veloz y con el corazón saliéndose del pecho por la emoción de lo prohibido; saltábamos del piso a la televisión cuando mamá se alejaba (no teníamos control remoto en esos años) y los intercalábamos unos segundos con Heidi o Rainbow Brite. Pobre mamá, seguramente pensaba que de esa manera nos protegía de las corrupciones del mundo exterior. Nos mandó a un colegio de monjas de medio turno y nos hacía pasar las tardes libradas a nuestra propia imaginación, intercalando clases de inglés o de gimnasia deportiva, algunas muñecas y muchos libros.
Crecí como una lectora voraz: consumí literatura rusa, Patoruzito, Agatha Christie, DH Lawrence y Corín Tellado. Todo lo que pasaba por mis manos era devorado y absorbido en pocas horas, con las previsibles consecuencias para mi joven cabeza. A los 15 años me sentía una mezcla de Huckleberry Finn y una meretriz asiática, según el momento. Mis relaciones se caracterizaron por la imaginación desbordada, el sexo precoz, las infidelidades y el drama novelesco.
Nunca pude ser normal, aspiración máxima de mamá, que creyó que con una hora de televisión por día nos había salvado.

jueves, 12 de abril de 2012

Sexo vs. Mucama

La gente deja de coger cuando toma mucama con cama adentro. Chica con cama, dicen, ufanas y orondas. Que les organiza todo, que les soluciona la vida. Es un camino de ida, me dicen algunas. Sí, el camino de no garchar nunca más, pienso y no les digo. Porque yo escucho que les hace la comida, que les pone la mesa siempre a la misma hora, que cuando llega el marido tienen tiempo para ver tele juntos hasta que la comida está lista, que pueden comer en paz y tomarse todo el tiempo del mundo porque ellas se ocupan de los chicos (si por ventura alguno se despierta y tiene el pésimo gusto de reclamar a uno de sus padres). Y después les levanta la mesa, les trae el postre, el cafecito, lava los platos...
Qué tipo de intimidad se puede esperar con ese estorbo constante dando vueltas por la casa? El sexo queda siempre para después de las 11 pm, cuando uno (o ambos) está tan roto que ya no puede ni sostener el control remoto. Y uno (o ninguno) intenta desesperadamente despertar a ese muertito que ya no quiere saber nada de nada, y que en muchos casos ya comió al mediodía, un horario mucho más lógico si vamos a ser realistas cuando se trata de hacer el amor.
Porque el sexo hay que mecharlo donde se puede; cuando se enciende la pasión y los chicos se durmieron por 20 minutos todos a la vez (cosa que no sucede seguido) no se puede perder un instante. Hay que brincar a la cama y sacarse la ropa a tirones, con empujones apurados. No hay tiempo ni espacio para la mucama ni la comida ni los horarios ni la rutina.
Que después no me digan que es la que mata la pasión.

martes, 20 de marzo de 2012

Ritmos cotidianos

La vida se compone de pausas y de acciones. Se encadenan entre sí, luchan, se confunden, se funden.
Pausas y quietud, esperando la acción y el movimiento. Como la danza. Como la música.