Me encanta planear en enero todo lo que voy a hacer el resto del año. Hago listas (adoro las listas, cualquier lista) de las actividades que quiero empezar o retomar, los horarios que me van a ocupar, las amigas que voy a ver más, las amigas que definitivamente me aburrieron y no voy a ver más, las cosas que aprendí y que no voy a repetir, las conductas nocivas que quedan en el 2009...
En fin, una lista infinita de mejoras y propuestas, como quien detalla que va a repintar su casa, cambiar las cortinas o remodelar baños y cocina.
Me da una sensación práctica y reconfortante, como si el solo hecho de hacer las listas ya me convirtiera en una gran persona, organizada y completa. Llevarlas a cabo y cumplir con las actividades y propuestas de las listas es totalmente secundario en mi caso.
5 comentarios:
ja! me hiciste reír.
Jajaja! yo prefiero dejar que la vida me sorprenda? aunque nunca me sorprende mucho ...:p besos
La aplaudo, le destaco que alcanzar el objetivo luego sea secundario.
Muy por el contrario podría vivir como carga el hecho de no haber alcanzado lo planeado.
Genial lo suyo, peorcita.
Alicia, la vida me sorprende igual, no hay lista que detenga el devenir de los acontecimientos!! ;-)
Rochitas, para mí la planificación y la objetivación de las cosas es fundamental para el crecimiento interno: si los objetivos no se alcanzan por debilidades intrínsecas o dispersiones, no resta mérito porque los conceptos se internalizaron de todas maneras! :-)
Su respuesta es un post ;)
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