En viaje, repetido pero no por eso menos exciting, agarré come al solito un libro-de-viaje-compañía, de cualquier estante de cualquier estación de tren. En este caso se trató de Girl Friday, novela para mujeres que me atrapó inmediatamente, por archifamosa empatía/identificación con personaje principal. Pero a medida que fui avanzando, me identifiqué con el jefe misterioso, después con la amiga-enemiga, más tarde con la hermana, y finalmente con el ex marido.
Cuando terminé el libro reflexioné un instante, y luego lo abandoné prolijamente en el asiento de línea aérea, cosa que no hago jamás de los jamases. Sin despedidas ni rencores.
No es que no me haya gustado. Es que no me convenció que valiera la pena seguir acarreando ese peso muerto sobre mis hombros, y ahora que lo escribo no sé si me refería al peso del libro o al peso de los personajes y sus historias en mi cabeza. Es que nos parecíamos demasiado.