jueves, 25 de marzo de 2010

Haciendo las cuentas

Y se nos escapa la vida entre los dedos, queremos retenerla y cada minuto se va de nuevo. Y otro. Y otro más.

"Qué hiciste hoy?"

Como si hacer cambiara algo. Como si detuviera algo.
Hacer hacer hacer, para contar contar contar.
Y se nos va la vida, haciendo para contar, contando para hacer, haciendo lo que no queremos contar, contando lo que no cuenta, y callando lo que cambió todo.

jueves, 18 de marzo de 2010

La vida en los suburbios

La vida debería dividirse en vida en el centro y vida en los suburbios (para los despistados que asocien las categorías con ubicaciones geográficas del lugar de emplazamiento de su vivienda, desde ya les aviso que se equivocan).
La vida en el centro se compone del trabajo, de las reuniones sociales, de los cumpleaños, de comprarse ropa en el shopping, de comer afuera y tomar un daikiri con amigos, de las opiniones (siempre amables) que emitimos sobre la historia amorosa de un amigo o sobre una película, de decirle te quiero a la persona que tenemos al lado poniendo cara de osito cariñoso.
La vida en los suburbios, en cambio, transcurre en el trabajo, pero mientras chateamos, hablamos por teléfono o buscamos pornografía; en los lugares que visitamos y que nadie conoce; en el sex shop donde elegimos disfraces; en el pedo que nos agarramos en secreto con una persona innombrable; en las opiniones que tenemos realmente sobre la gente más cercana, y en todo lo que siempre hicimos, pensamos y deseamos que no le contamos a nadie, y que lo escribimos bien apretadito y chiquito en un lugar oculto, donde en el fondo esperamos que alguien lo encuentre de una vez por todas y nos dejemos de farsas.

domingo, 14 de marzo de 2010

CreSer o no creSer

Crecer no es casarse, o conseguir un trabajo, o tener hijos, o hacer fiestas de cumpleaños.
Crecer es cambiar de sector.
Cada año que pasamos de grado, dejamos nuestros bancos de clase para que los ocupen los que vienen atrás.
Sin opción vamos cambiando de boliches, dejando el espacio tan arduamente ganado a chicos imberbes, para pasar a los de mayores de 25, adaptándonos a nuestro pesar a códigos más nuevos y música más vieja.
Y en los casamientos abandonamos el centro de la pista, empujados por generaciones más aptas para el wedding behaviour (saltar como endemoniados, chocar entre todos rasgando los vestidos en tronchas, vaciar nuestra copa de vino sobre el bailarín más próximo, hacer pogo con los novios que intentan divertirse durante 4 horas fatales) y sabiamente cambiamos de sector:

Haciendo uso del pretexto de la edad y del cansancio, nos trasladamos a las zonas aledañas a la pista, donde meneándonos con poco ritmo nos dedicamos a actividades mucho más interesantes, como el drinking, el eating, el flirting y el escaping.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Cable a tierra

Hay algunos olores que nos llevan siempre a la infancia. En mi caso, el olor del pallier de entrada al edificio donde vivían mis abuelos hace 25 años, en la calle Posadas; o el olor de las páginas de los libros viejos y un poco húmedos, de misterio y aventura; o el olor de la ropa de mimamá, apilada y apretada en sus cajones, que siempre olía distinto al resto de la ropa de los integrantes de la familia.
Por razones que sería muy extenso detallar, ya que tendría que relatar episodios completos de algunas lecturas de la niñez, pensar en helado de vainilla me remite a Enid Blyton, autora de las sagas de Los 7 Secretos y Los 5 Pesquisidores.
Comer pan con manteca me lleva inmediatamente a Oliver Twist y a la madrugada de su salida del hospicio de mano del señor Bumble.
Caminar en patas por el pasto me convierte automáticamente en Huckleberry Finn o en Tom Sawyer.
Así podría seguir enumerando hasta el infinito. Es como tocar un cable que está conectado con otro y pum!, se produce el chispazo del otro lado.

Y hay personas que son siempre infancia; al tomar contacto con ellas, el cable nos lleva directamente ahí. No importa la cantidad de años que hayan pasado, o que ahora tengan arrugas, o amarguras y frustraciones. Cada vez que las encontramos volvemos a sentir la risa, el brillo y la complicidad de los primeros años, y por algún motivo secreto esa impronta prevalece sobre cualquier otra cosa.

lunes, 8 de marzo de 2010

El quid de la cuestión

Y una cree que porque logramos el sufragio femenino, o metimos "mujeres gerente" en las empresas multinacionales, o porque podemos elegir entre ser madres y no serlo, o porque no queremos cocinar y hacemos que él lave los platos, ESA es la (tan publicitada) revolución femenina...
Por favor.
Hasta que no tengamos acceso libre a cabarutes, sexo pago y satisfactorio, amplia oferta de prostitutos por la vía pública y en los medios de comunicación, y NINGUNA censura social o moral al respecto, yo opino que somos las mismas vacas sumisas y oprimidas que hemos sido toda la historia. Y punto.

jueves, 4 de marzo de 2010

Avatar no estaba tan mal

Y finalmente, un día me pasó algo espantoso. Tan, pero tan espantoso, que me da miedo postearlo.
Me di cuenta de lo bien que me llevo con todas las madres que caen dentro de mis odiadas categorías, de las que hablo acá, y acá, y acá.
Si me siguen demostrando que estoy equivocada en mis (pre) juicios, voy a cerrar el blog.
O a sacar a mi hijo del colegio, ambas opciones consideradas al mismo nivel, en importancia y trascendencia.