miércoles, 28 de octubre de 2009

Esmalte barato y filosofía de gomas

Odio la expresión es muy femenina. Y peor cuando se utiliza como elogio. Es como ser muy masculino. No entiendo la necesidad del énfasis. Por qué alguien necesita ser muy femenina, y qué es ser muy femenina?
Estar sentadita en la playa, por ejemplo, cruzada de piernas y con sombrero de paja, mientras una chica surfer nada femenina pero con mucha onda se levanta a tu novio entre las olas?
O tener la casa muy femenina, llena de adornitos inmundos e inútiles, cortinitas de puntilla y olor a Alparamis, y muchos almohadoncitos inútiles en la cama, en los sillones y en las sillas de la cocina?
"Ah", comentan admirados los trogloditas, "acá SI que se nota que vive una mujer!"

Para mí, eso es directamente un insulto.
Ser femenina es tener talento para seducir desde un lugar innovador y sorprendente.
El resto es copy-paste y esmalte barato.

viernes, 23 de octubre de 2009

Glamour o la otra puerta

Hay infinitas ocasiones en las que una está convencida de ser la reina del lugar y en realidad no es más que el hazmerreír del evento. Generalmente sucede cuando involucramos alcohol o sustancias ilícitas. En esas ocasiones nos reímos a los gritos, nos contorsionamos con pasitos de baile que nos hacen sentir súper sexies, sacudimos la melena de un lado al otro y nos convencemos de que todos nos miran fascinados.
Recuerdo una noche de ésas con mi amiga A y unos cuantos drinks de más en vacaciones estivales. Encontrándonos de estupendo humor, decidimos salir a bailar a pesar de nuestro terror histórico a compartir la pista con adolescentes veraneantes. Nos pareció que con el glamour natural era más que suficiente, así que en jeans, colita, a cara lavada y en bici (para quemar calorías), partimos haciendo eses por las calles (igual no necesitamos maquillarnos porque así parecemos más chicas, reflexionamos). Entre risas y tropezones nos pusimos en la cola para ingresar al lugar (un poquito humilladas porque no nos proponían entrar directamente, con los años de boliche que tenemos). Nos sentíamos geniales, rockeras, espléndidas en la ignorancia de nuestro aspecto.
A pesar de nuestro desenfoque mental, pudimos apreciar que estaban todas bastante más producidas que nosotras, y que se iba formando como un vacío alrededor nuestro, mientras la gente se alejaba y murmuraba entre sí. Para terminar de despejar nuestras dudas, se acercó un urso de seguridad que nos humilló sin piedad al pedirnos que nos retiráramos de la cola, y con una sola frase borró cualquier rastro de glamour de nuestras vidas:
"El personal de limpieza entra por la otra puerta, por favor".

lunes, 19 de octubre de 2009

Feliz Día, Mamita. Tenés 1 hora.

Ayer me encontré en el río con un conocido que comparte deporte-pasión con su mujer, que es de lo más simpática y civilizada, debo decir. Tienen dos hijos que no molestan para nada, y naturalmente festejaban ayer el Día de la Madre.
Cuando me acerco a él, lo veo en la orilla con las criaturas, espectáculo por demás insólito porque está siempre haciendo windsurf. Le pregunto por su mujer D, y muy orgulloso me contesta que "por ser el Día de la Madre, hoy le tocó navegar a ella, mientras él cuida a los chicos UNA HORA".

Me encantaría presenciar la reacción de este conocido mío tan amable, si D le dijera que por ser el Día del Padre hoy puede jugar al golf mientras ella cuida a los chicos UNA HORA. Los otros días no. Voy a rezar para que ella se ilumine y le diga eso.

viernes, 16 de octubre de 2009

La moneda volvedora

Y después nos quejamos de las consecuencias, pero yo estoy firmemente convencida de que no son la sociedad ni las otras mujeres ni los amigos, sino las madres de hijos varones las culpables de todo.

martes, 13 de octubre de 2009

Clasificación de madres: la rockera

Hay un tipo de madre renegada, que se niega a adaptarse a los estándares esperados. Combina sus pasiones adolescentes con sus responsabilidades actuales, con resultados dispares o disparatados. A la salida del colegio de su hijo acude con anteojos negros muy grandes, jeans trash y remera de Ramones. Durante el día incluye a su hijo en sus clases de guitarra o lo lleva a pasear en cochecito por la Bond Street, y por la noche lo deja dormido para ir a rockear a los antros más tenebrosos de la ciudad. Se rodea de amigos sin hijos y no soporta las charlas de las señoras casadas y aburridas que con gran excitación planean un viaje "todo de familias" a Claromecó. A la madre rockera las otras madres la miran con miedo y un poquito de rabia, porque en el fondo saben que sus maridos se mueren de ganas de charlar con ella pero no se animan por miedo al qué dirán. Y se mueren de envidia cuando escuchan que, en sus vacaciones, la madre rockera hace surf o escala el Himalaya con su pareja.
La madre rockera tiene novio o es separada o vive en pareja. Pero jamás de los jamases llevó una alianza de oro en el dedo.

domingo, 11 de octubre de 2009

Y los años pasan

Hay veces que uno tiene que hacer lo que tiene que hacer. Sin importar el costo. Sin importar las consecuencias. Solamente HAYQUE hacerlo.
Como cuando tenía 14 años e inauguré mi temporada de boliches en los veranos. Mi papá sólo me dejaba salir a bailar 2 ó 3 veces por semana, así que me encerraban literalmente en la casa y guardaban la llave bajo su almohada, convencidos de que así me tenían enjaulada. Tardé 20 minutos en descubrir que la ventanita de mi cuarto se abría los centímetros justos para que pasara toda mi pubertad en ebullición, y comencé a escaparme sistemáticamente. Cuando me arrastraba por el antepecho de la ventana hacia atrás para saltar de la manera que me parecía más segura, me quedaba el culo al viento y la remerita se me enrollaba hacia arriba. Durante esos minutos rezaba desesperadamente para que no apareciera un pervertido borracho por atrás de la casa, o un auto de la calle me alumbrara con los faros. Me llenaba de raspones la panza, las rodillas y los brazos, y cuando saltaba me caía sentada hacia atrás, con consecuencias irreversibles en mi peinado y la limpieza de mi atuendo. Así, en ese estado, me iba solita al boliche, donde me encontraba con mis amigas (que por supuesto no sospechaban lo que me había costado llegar hasta ahí), y la noche terminaba abruptamente cuando alguien me preguntaba “Ese no es tu papá?”, y yo me sentía en una película de terror al ver avanzar a papá, en pijama y campera, buscándome para llevarme de los pelos a casa.

Los años pasaron y mi comportamiento no cambió. Lo que cambiaron fueron las circunstancias. Al final, somos lo que somos.

jueves, 8 de octubre de 2009

Encuentros terapéuticos II

Justo ayer nuestro terapeuta me decía que no existe lo normal o lo anormal. Que no hay todo ni nunca, ni siempre ni todos. O sea, que cada caso es único en sí mismo y no se puede generalizar.

Creo que me dejó sin ideas para el blog.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Old habits die hard

Y no es que si te muestran todo, se te va a la curiosidad. Noseñor, eso es mucho más aburrido y arruina todo el juego. Porque quién puede describir la emoción de revisar un celular o un resumen de la tarjeta de crédito, la taquicardia maravillosa al encontrar una carta en el fondo de un cajón, arrugada y llena de polvo, la adrenalina de descubrir una caja llena de fotos de sus ex (con suerte, gorditas y con peinados ochentosos), o de dar en la tecla con el password de su mail? De eso se trata todo, del juego, de ser sherlock por un rato.
Porque cuando te abren todas las puertas ya no es divertido. Es como que te dicen "ya sé que tenés un problema, adelante, mirá todo", y de repente te sentís la peor de todas. Qué sherlock ni nada.

lunes, 5 de octubre de 2009

El Secreto

Cuando era chica y vivía con familia completa, tenía siempre la sensación de que cuando cumpliera 18 años me iban a contar "el Secreto". No sabía qué secreto era, ni en qué podía cambiarme la vida, pero era una certeza absoluta, como saber que cuando cumpliera 18 iba a sacar el registro. Mi vida me parecía aburrida y chata, sin emociones, y viví muchos años convencida de que "el Secreto" iba a sacudir mi vida para siempre y a darle un sentido clarísimo. Como que era adoptada, o que papá y mamá en realidad se odiaban y estaban casados con otras personas, o que éramos exiliados de otro país. No sé, algo.
Obviamente llegó mi cumpleaños número 18 y no pasó nada. Esperé ansiosa hasta la noche, y nada. Y en el 19 tampoco, y en el 20 menos. Y fue ahí cuando empezó todo, más o menos.
Como no renuncié nunca a la idea del Secreto, decidí buscarlo yo. Entre las pilas de sweaters de mamá, entre las medias de papá. Más tarde en la casa de mi novio, entre las facturas a pagar apiladas en su mesa de luz, en los roperitos del baño, en la basura después de un asado con amigos. Y encontré cosas, no voy a decir que no, pero ninguna me sacudió la vida ni le dio un sentido clarísimo.

Varios años después de haber comenzado la búsqueda, empiezo a darme por vencida. Estoy cansada de buscar. Creo que voy a vivir a ciegas, con la sensación de tener siempre el Secreto al alcance de la mano, pero que probablemente no se me revele nunca. O que cuando se revele, va a estar en el lugar más insospechado. Donde todavía no busqué, donde no me animo a entrar. Donde están todas las respuestas.

jueves, 1 de octubre de 2009

Zen no es redituable

A veces está bueno escaparle al conflicto. Como cuando te salís de la vaina por contestarle una barbaridad a tu novio porque se la merece, y en cambio prendés la tele y te colgás con una serie, y cuando te acordás de nuevo no era tan grave lo que había pasado. O como cuando una amiga te dice algo horrible y te ofendés, pero por adentro la perdonás y decidís hacer de cuenta que nada, porque la amistad lo vale. O cuando tu ex marido te dice que te vayas a la mierda si le pedís un ajuste de la cuota de alimentos, y vos en vez de llamar al abogado te quedás tranqui y pensás que a la larga ya se va dar cuenta. Y te agarrás de eso, de que a la larga todo el mundo se da cuenta, porque sino vas y rompés todo. Y está buenísimo sentirse zen y bajo control.

Pero después de un rato te das cuenta de que te quedaste con las ganas. Del conflicto, digo. De romper todo. Es como si ahora tuvieran dos deudas con vos, una por lo que pasó y otra porque no rompiste todo. Y te preguntás cuál es el premio de ser zen.